Pensemos que lo que considerábamos como una industria madura ha pasado a ser punta de lanza en innovación tecnológica (que denominan ya como automoción 4.0) y afecta a toda la cadena de valor y es una transformación de ciclo completo, desde el diseño hasta las operaciones pasando por el propio concepto de movilidad (en propiedad o alquiler).
Se estima que el 86% de los accesorios y complementos del automóvil del futuro cambiarán muy rápido y se podría acortar hasta en 3 veces el tiempo de lanzamiento de un modelo al mercado.
Dejaran de utilizar combustibles
fósiles adoptando tecnologías híbridas, donde la electricidad será compañera
tándem de pila de combustible de hidrógeno y las células de las baterías serán
de grafeno.
Se calcula en 180.000 millones de euros las inversiones necesarias para el desarrollo del automóvil eléctrico. Las economías de escala cobraran aún más importancia y obligará a una nueva ronda de concentración en el sector.
Quizá la pregunta sea: ¿cuándo los motores de combustión fósil darán paso a motores eléctrico?, o incluso mejor, ¿cuándo tendremos vehículos eléctricos baratos?
Las últimas estimaciones “out the record” en la industria nos dicen que aún necesitaremos unos 15 años para que la oferta global de vehículo eléctrico iguale a la de vehículos de combustión fósil. De momento, la tecnología eléctrica es demasiado cara para ser competitiva en precio respecto a vehículos de gasolina.
De hecho, sólo hace falta hacer muy pocos números para demostrarlo empíricamente. Un Nissan LEAF o un BMW i3 son mucho más caros que sus equivalentes en gasolina. Ahora, necesitamos en torno a los 30.000€ para hacernos con un casi-utilitario eléctrico con 300 km de autonomía.
Y, para colmo, se romperá el paradigma de hombre y máquina porque la conducción será autónoma…
Pero, ¿sabemos qué opinan de todo esto los clientes finales o usuarios y los “dealers”. ¿Es compatible la opción “verde” con lo que quieren los clientes?
Ahora, recuerdo un golpe de efecto cómico en una escena de una reciente comedia estadounidense, en la que un abogado durante la asistencia legal a su cliente (detenido por exceso de velocidad en una comisaría de un lugar en medio de ninguna parte) y mientras rutinariamente va completando el procedimiento, al llegar a la pregunta del modelo de coche que conducía cuando se produjo la infracción, hay un silencio pronunciado de diálogo después del cual, levanta lentamente la mirada del papel fijando sus ojos en los del detenido con indisimulada desconfianza para romper en una abierta y sonora risa cuando éste le contesta que un Prius…
¿Velocidad e híbrido?, ¿potencia y electricidad?, ¿concepto “verde” e infracción de la norma?, ¿libertad y poder frente a autonomía limitada?
Estas son las “barreras mentales” que conforman la rotura del paradigma del coche en nuestra cultura postindustrial. Todos los atributos que han sido lentamente grabados por millones de metros de celuloide, cientos de horas de publicidad y una lista interminable de “chicos duros con encanto” a lo Steve Mc Queen a las que se enfrenta la industria y unos “dealers” no tan convencidos en algunas zonas de enorme consumo en nuestro planeta.
Por eso el “gag” del Prius funciona…
Basta con haberse dado una vuelta por el último NAIAS en Detroit (North American International Auto Show), escaparate mundial de los llamados “Muscle Cars” y “Booth Babes”, para confirmar que esos atributos siguen siendo utilizados para posicionar a determinadas marcas y modelos en un mercado muy concreto. La presentación de los nuevos modelos 4x4 de Ford, el F150 (la versión 2017 V6 de 3,5 litros, Raptor), el nuevo Bronco (midsize 4x4 para el 2020 que se fabricará en Michigan), el Pick Up Ranger o el nuevo Mustang ante los medios especializados hablan por sí solos y, dejan muy claro que por el momento, y en ese mercado, existe una clara correlación entre caballos de potencia, grandes motores en V, litros de gasolina y elevados niveles de deportividad, deseo y testosterona… es decir, siguen construyendo el mismo mensaje de siempre.
Un mercado tan grande como el estadounidense que parece dar la espalda “reinterpretando” las iniciativas “verdes”, “sostenibles” o como lo queramos denominar aquí en Europa. Llamo especialmente la atención de cómo la propia marca, Ford, entiende las ciudades del fututo. (https://www.at.ford.com/en/homepage/news-and-clipsheet/news/2017/1/COT.html.
Nos venden tecnología, coches más inteligentes, más potentes, Pre-Collision Assist con detección de peatones, Adaptive Cruise Control con Stop-and-Go, módem 4G LTE incorporado, SYNC 3 y B & O PLAY audio, pero ni rastro de menos emisiones, sistemas eléctricos 100% o híbridos…
Todo parece indicar que muchos aún no saben que la industria ya cuenta con marcas y modelos de tecnología eléctrica e híbrida que ofrecen sensaciones comparables a los de motor de combustión puro y en distintos segmentos.
¿Conocen los RC300h y LC500h de Lexus? (https://youtu.be/Kh4qNN8bdNo), (https://youtu.be/XwTzA1hbwrU),(https://youtu.be/h_iktzXK4K0), (https://youtu.be/JSfwxOdHO68) (https://youtu.be/XwTzA1hbwrU) y el ¿i8 de BMW ( https://youtu.be/DyQGrE9jFQ4), (https://youtu.be/s9DYTeD63Io) o el modelo S de Tesla? (https://youtu.be/Qrj0oAt0Kfg)
La tecnología es la gran apuesta. La gran revolución. Tesla nos ha demostrado que el coche eléctrico es viable, quizá por eso en abril de este mismo año tenía un valor de mercado de 47.000 millones de dólares frente a los 45.000 millones de GM.
De hecho, ya están probando las nuevas baterías con celdas de grafeno. Prometen mejores tiempos de carga rápida y más autonomía (el verdadero caballo de batalla).
Es el “Big Bang” según nos decía el protagonista de uno de los spots que he incluido un poco más arriba.
La pregunta está en saber por qué la industria y los “dealers” siguen apostando por los motores de combustión, especialmente en el país de Trump o por qué China se dibuja como el laboratorio ideal para el coche eléctrico… (creo que sólo este punto justificaría una nueva entrada en este blog).
Un Big Bang que también viene en forma de “Big Data” y con multitud de modelos predictivos de fallos o mantenimiento que prometen ser uno de los pilares fundamentales del modelo 4.0.
Con el crecimiento exponencial previsto del IoT, o internet de las cosas, y en la medida que los coches tengan conectividad a Internet, se podrán hacer mantenimientos predictivos relacionados con el uso y los km. hechos como la presión y desgaste de los neumáticos, niveles de aceite, pastillas de freno, estado de los airbags y un largo etcétera relacionado con la seguridad pasiva. (Que dicho sea de paso ya se aplican en el ámbito de la generación de energía en los aerogeneradores)
El informe Connected Mobility Global Forecast 2016, de Ptolemus, avanza que en 2020 habrá más de 400 millones de vehículos conectados en todo el mundo.
Y todo, gracias a multitud de sensores, etiquetas inteligentes RFID, pasivas, activas o mixtas, marcados o etiquetas Datamatrix (similar a los ya masificados códigos QR) que nos ofrecen la recogida, tratamiento de datos integral y masivo que permitirá una nueva revolución en la fabricación, logística o industria de mantenimiento (por la completa trazabilidad de piezas y componentes).
Pero, también nos espera otra revolución no menor y es la que transita desde la compra del producto (el automóvil) a su consideración como un servicio de movilidad y el impacto en nuestra manera de entender la sociedad…
Es ya un hecho que los jóvenes compran menos coches (¿cómo consecuencia de una crisis económica, por un cambio en patrones de consumo o de prioridades?) y se inclinan a su utilización como alternativa de movilidad urbana.
Dentro de ese concepto aparece el “car sharing” (que ya vemos en las grandes ciudades europeas) y su papel clave como pivote de las políticas de movilidad.
Se piensa que, en 2050, 1 de cada 3 vehículos será un “car sharing”.
Y de nuevo, ante un panorama tan poliédrico y cambiante es muy difícil dejar de hacerse preguntas como:
¿Cómo será rentable una industria que prevé inversiones tan intensivas en tecnología y dinero?
¿Qué dimensión deberán tener esas economías de escala?
¿Cuántos operadores (fabricas) quedaran en el mercado global?
¿Esto disminuirá la capacidad de elección del consumidor?
¿Quién estará preparado para no querer sentir cientos de CV bajo su pie derecho y dejar “las llaves” a un ordenador central que te lleve a casa?
Quizá demasiado por ahora, pero seguiremos reflexionando...
Artículo realizado por: Javier Espina Hellín CEO QLC SLP y doctor en Ingeniería de Sistemas de Información