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Las 8 tecnologías claves para hacer posible el cambio de modelo: de la maximización del retorno al de valor compartido descentralizado.

¿Recuerdan la película de Woody Allen, memorias de un seductor, cuando el personaje de Mia Farrow le dice a Woody Allen que “no soporta ser una espectadora de la vida, que quiere vivir y no simplemente ver como los demás viven”?


Esa es la decisión: resolver si queremos ser simples espectadores de cuanto sucede (que es mucho y a gran velocidad) o actores principales en ese nuevo escenario de vida, porque nunca, antes, hemos tenido la posibilidad consciente de vivir un momento como éste en nuestra propia historia evolutiva. Todo sucedía en una escala de tiempo que sobrepasaba nuestra esperanza media de vida.


Por tanto, abundar en la idea de que el momento que vivimos es uno de los más apasionantes y retadores, nada tiene de nuevo porque estamos inmersos en la cuarta revolución industrial y, lo que para muchos, es el comienzo de lo posthumano (Homo Deus, Yuval Harari, ed. Debate, 2015), (https://youtu.be/p-4WY5rP_TI), (https://youtu.be/hxuKo_VdM9o).


La puesta de largo de todas las tecnologías que vamos a repasar aquí será en poco menos de 2 años. La primera meta es Japón 2020 y en un escaparate tan global como los Juegos Olímpicos, y serán todo un despliegue de tecnología: Panasonic con su silla de ruedas autónoma o su megáfono traductor, Sony y sus transmisiones en 8K, Toyota con su coche autónomo recorriendo las calles de Tokio y un largo etcétera…


Pero en los siguientes años el impacto transformador para todos nosotros, el mundo de los negocios y la administración será tan intenso como todo lo experimentado hasta la fecha. Imaginar un salto de más de 100.000 años puede resultar inabarcable...


Quizá la principal novedad, la esencial desde mi punto de vista, es que la disrupción entra a formar parte de nuestras expectativas.


Ahora, la innovación disruptiva es un término en nuestra ecuación vital.


Y está dentro porque sin ella nuestro presente y, menos aún, nuestro futuro más inmediato nunca hubiese sido posible.


Recuerdo la primera vez que me hablaron de innovación disruptiva. Fue hace casi 20 años cuando estaba cursando un MBA en EEUU. Se acababa de publicar “The Innovator’s Dilemma: When New Technologies Cause Great Firms to Fail” de Clayton Christensen, uno de los profesores de Harvard más influyentes y que lleva años liderando la lista Thinkers 50.


Una nueva tecnología nace para atender una necesidad, muy específica, en la parte baja de un mercado concreto. Y lo hace mucho más eficientemente que aquellas que a las que sustituye. El resultado es sencillo de adivinar: compite en estrategia de nicho, en margen y precio, porque sus competidores le dejan operar en una parte del mercado que para ellos no es tan interesante.


En poco tiempo, se encuentran que aquél que dejaron entrar va consiguiendo un volumen que le permite encontrar sus propias economías de escala, crecer y competir en otros segmentos. El paso final es el “cambio/ la disrupción” de las reglas de juego en ese mercado, y lo que estaba pensado para una categoría se convierte en un estándar. (Un ejemplo clásico es el del transporte aéreo).  


Pero, lo que hace creíble a Christensen es que cuando se refería a la tecnología y su funcionamiento “disruptivo”, lo hacía reinterpretando el modelo “evolutivo” que Malcolm McNair (“Trends in Large-scale Retailing,” Harvard Business Review, 10, 1931), en la década de los 30, utilizó para describir como se incorporan, desde abajo, los “nuevos jugadores” en un mercado retail y que denominó la “Rueda del Retail”. (Recomiendo la lectura de:“The only way is up: retail formatsaturation and the demise of the American five and dime store, 1914-1941.  Publisher: Cambridge University Press, 2017: http://dx.doi.org/10.1017/S000768051700054X)


Una particularidad que le añade “consistencia” porque, así, también se explican éxitos como los de D. Amancio Ortega en el sector de la moda con el grupo Inditex, con Zara a la cabeza, (y que ya está viendo como Primark se incorpora desde abajo) o en el de alimentación con operadores como Lidl, Aldi e, incluso, Mercadona en sus inicios, que iban sumándose a un mercado que dominaban grandes “players” como Carrefour.


Es decir, que no sólo se refería a la tecnología si no que puede ser aplicado a modelos de negocio.


El mercado, y no olvidemos que es un eufemismo detrás del cual estamos todos nosotros como consumidores, sólo está dispuesto a pagar más por productos o servicios claramente distintos, diferentes y/o genuinos, porque en caso contrario, sólo acepta (queremos como consumidores) el producto/ servicio que contenga el “binomio del milagro”, es decir, lo más barato posible y con una calidad suficiente (porque lo convierte en un “commodity market”).


A pesar, de las controversias que tanto Christensen como la propia teoría de innovación disruptiva ha venido suscitando, y especialmente, la del artículo publicado en 2015 por los profesores King y Baatartogtokh en la MIT Sloan Management Review, (How Useful Is the Theory of Disruptive Innovation?, Magazine: Fall 2015, Research Feature           September 15, 2015, Andrew A. King, Baljir Baatartogtokh) donde advertían que el respaldo empírico de la teoría era cuestionable, personalmente, creo que por diferentes razones sociológicas, por el actual crecimiento exponencial de nuevas empresas con base tecnológica (Startups) y la confluencia de distintas tecnologías, pronto maduras y disponibles, estamos en el umbral que marcará un antes y un después en cómo un cambio tecnológico nos permitirá hacer posible algo que, poco antes, era, simplemente, imposible.


Y aquí, me acuerdo de las palabras de Carlos Barrabés, cuando decía que estamos bajo la “tormenta tecnológica perfecta”.


Si una tormenta necesita la coexistencia de dos masas de aire de diferentes temperaturas y presiones para desatar una enorme actividad cuando un centro de baja presión se genera dentro de un sistema de alta presión, imaginemos el contraste “térmico y la interacción de las masas de aire” que pueden generan 8 tecnologías diferentes operando en un mismo entorno global,  interconectado en tiempo real y embebido en 5G: vientos, lluvias e incluso descargas eléctricas que supondrán un cambio mucho más acelerado, profundo y radical que cambiará nuestro mundo para siempre, y con consecuencias difíciles de imaginar.


La ecuación podría ser:

La Nube + IoT (el Internet de las Cosas) + Big Data + AI (Inteligencia Artificial) + 5G + VR (Realidad Virtual) + Seguridad + Blockchain = Modelo de Valor Compartido.

Donde:

La Nube = tecnología de la globalización

IoT = el desarrollo del sistema nervioso de internet y un humano potenciado

Big Data = tecnología de la personalización

AI (Machine Learning + Deep Learning) = tecnología de la automatización

5G = la omnipresencia para el envío masivo de datos: alta velocidad (1 Gbps), baja potencia y baja latencia (1ms o menos) que hará realidad el IoT masivo, el Internet táctil y la robótica.

VR = tecnología de la experiencia

Blockchain = tecnología de la identidad. Un “notario virtual” que registra transacciones digitales y que va más allá del Bitcoin

Seguridad = factor crucial. Si hoy hay unos 6,4 mil millones de dispositivos conectados a internet, con el 5G la cifra aumentará a 20,8 mil millones.

 

Como decía, 8 tecnologías que en un sinfín de combinaciones nos cambiarán para siempre a nosotros y la sociedad que ahora conocemos. De hecho, una de las ideas más reveladoras del discurso del señor Barrabés, a propósito de lo que aquí exponemos, es la de la sustitución del actual modelo de maximización del retorno por la de valor compartido de Porter.


Me he tomado la licencia de incluir el esquema que él mismo presentó en una de sus conferencias, y que nace de la premisa (para algunos demasiado naif) que “todo lo anterior tiene sentido si se pone al ser humano en el centro y se construye futuro creando experiencias compartidas… “


Lo cierto, es que la creación de experiencias memorables para nuestro cliente, el compartir valores, la co-creación de esa experiencia o el engagement encajan como un guante con las últimas tendencias en marketing, marketing sensorial, neuromarketing o estrategias de branding.  


Pero, la enorme complejidad de los nuevos modelos de negocios, la velocidad en el desarrollo y aplicación de las tecnologías y su impacto en los mercados obligarán a las empresas a trabajar en nuevo ecosistema productivo, en red, donde el objetivo esencial será poder identificar quien o quienes te podrán ayudar a hacerlo mejor, más rápido, más atrayente, aunque, quizás, no más barato (porque para nuestros clientes será un producto genuino y diferente).


Y éste es uno de los puntos más controvertidos del nuevo modelo de valor compartido porque no se buscará tanto el beneficio como la cooperación, la colaboración o la reciprocidad. Michael Porter propone la posibilidad de retornar a la sociedad parte de los beneficios que recibe de ella en la búsqueda de sus objetivos empresariales para fortalecer el sistema económico y los mercados en los que opera en el corto y largo plazo con el fin de ser sostenibles en el tiempo por generar más negocio y mejores condiciones empresariales. (TED, 2013, Michael Porter: Why business can be good at solving social problems. Scotland. Recuperado a partir de https://www.youtube.com/watch?v=0iIh5YYDR2o.)


Una manera de entender la colaboración que empresas como Google, GE, Johnson & Johnson, Coca-Cola Brasil, Natura Brasil, Wal-Mart, Unilever, IBM e Intel o Nestlé con su proyecto Desarrollo Rural, ya están poniendo en marcha (Escudero & Lama, 2014; Porter & Kramer, 2011).


La primera derivada es casi intuitiva.


La organización del trabajo, el concepto de liderazgo y la centralidad también cambiarán.


Necesitarán una orientación más abierta, más inclusiva, más colaborativa, descentralizada y responderán a un planteamiento real de ganar- ganar (win-win) y de aprender a crear soluciones en asociación.

El cambio será horizontal y no jerárquico o no será; buscando la solución a través del valor compartido y no la maximización del beneficio.


Y, además y como resultado más inmediato de la AI, por primera vez, estamos en la antesala de otro fenómeno completamente desconocido: la eliminación del capital humano como factor de la ecuación de productividad y la generación de riqueza. (Teoría económica clásica – donde Smith, Ricardo, J.S. Mill y especialmente Yoram Ben Porath son sus principales referentes). Yoram Ben Porath es considerado como uno de los "hacedores" de la teoría del capital humano por su aporte sobre la producción del capital humano y por la vinculación efectuada entre éste y el crecimiento económico. Su modelo se fundamenta, metodológicamente, en encontrar el punto óptimo de inversión en capital humano durante el ciclo de vida de los individuos. ("The production of Human Capital and the life-Cycle of Earnings." Journal of Political Economy. Ben Yoram Porath, 1970).


¿Es la evolución de un modelo capitalista? y ¿podemos decir que se trata de un modelo de valor compartido o de una estrategia de negocio socialmente responsable?


Existen voces autorizadas que inciden que este tipo de proyecciones pueden ser consideradas como utópicas o naif, porque el altruismo o el beneficio mutuo nunca, en nuestra historia evolutiva, se han impuesto a nuestros más arraigados impulsos atávicos de poder, concentración de riqueza y pertenencia a una élite por exclusión de los otros.


De nuevo, en un punto de inflexión que dibuja dos escenarios excluyentes por la caracterización de un nuevo dilema: la distopia de la tecnocracia vs utopía de una sociedad mejor.


Un planteamiento que puede parecernos muy nuevo pero que, hace 503 años, Tomás Moro con su isla Utopía ya transformó en un cliché. (Recomiendo tanto su lectura como de los que podemos llamar las 5 grandes distopias contemporáneas: 1. Un mundo feliz de Aldous Huxley, 1932, donde el placer es la principal herramienta de control social y el hedonismo y la trivialidad contrarrestan nuestra reacción. 2. 1984 George Orwell, 1949, o una reinterpretación de los movimientos totalitarios de los años 40, la Policía del Pensamiento, la videovigilada y la “corrección política” y el uso de un “neolenguaje” que esconde su real significado detrás de bonitas palabras. 3. Congreso de futurología de Stanislaw Lem, 1971, donde un astronauta, Igor Tichy, es reanimado en 2039 cuando la humanidad ha llegado a la “felicidad” por la psiquímica. 4. Bienvenidos a Metro-Centre de J. G. Ballard, 2006, cuando la construcción de un gran centro comercial en las afueras de una ciudad lleva al surgimiento de un nuevo tipo de fascismo consumista e inspira un nacionalismo “hooligan” y, por último, el 5 o El círculo de Dave Eggers, 2013, donde un Google-panóptico (de la teoría del panóptico de Michel Foucault) y global quiere hacer desaparecer el mal a través de la hipervisibilidad. A los disidentes de ese modelo les mueve el deseo de desaparecer. Existen muchas otras como Rebelión en la granja, Fahrenheit 451, etc…)


En el segundo de los volúmenes, breves, de Utopía, Moro nos enfrenta a nuestro yo más íntimo: el deseo, la avaricia, el ansia de posesión ya sea de riquezas, poder o tierras y como estos atributos, que “adornan” nuestra existencia como especie, son fuente de todos los males y desgracias para la sociedad que conformamos, que él define como república, y para nosotros mismos.


Pero, la gran diferencia de nuestro futuro más inmediato respecto del escenario que se nos presentaba en Utopía, es que allí el poder residía en sus habitantes, es cierto, que aislados en una isla, pero con la inteligencia artificial (AI) todo cambiará...


Sólo por incluir un orden de magnitud, pondré el ejemplo de OpenAI.


Una compañía de muy reciente fundación, en 2015, Musk y Altman con su equipo de “bots” fueron capaces de ganar a un equipo formado por 5 humanos en partidas de un juego llamado Dota 2.


Con un método de aprendizaje de prueba y error muy común, en machine learning, han logrado acumular, aproximadamente 180 años de aprendizaje humano por cada día de entrenamiento. Y esto lo hicieron durante varios meses.


En una partida, cada bot tiene que optar entre 1000 posibilidades de actuar en menos de un segundo. Una partida de Dota 2 dura aproximadamente 45 minutos.


Si estas cifras son increíbles, sopesen la siguiente relación: uno de nosotros tiene que invertir entre 10.000 y 20.000 horas de estudio y esfuerzo, por término medio, en una disciplina para convertirse en experto. Un “bot” puede aprender en sólo 1 día lo que un humano necesitaría hacer en 100 vidas con sus días y sus noches (porque por "diseño" también necesitamos dormir).


La siguiente pregunta es casi redundante: ¿existe alguna barrera para la simulación de un problema, con AI (Machine Learning + Deep Learning) si podemos afrontarla en una escala lo suficientemente grande?


Y, en ese futuro tan cercano de nueva sociedad ¿qué tipo de trabajos no podrían desempeñar “bots”, “robots” u otro tipo de dispositivos “inteligentes”?


Para terminar, resaltaré que la pregunta es en sentido negativo, es decir, cuáles no podrán desempeñar porque los que sí que podrán serán los que actualmente hacemos profesionales de todo tipo y nivel educativo: economistas, ingenieros, médicos, transportistas, almaceneros, conductores profesionales, pilotos aéreos, abogados, notarios, bancarios, etc.


Quizás, todo esto merecería un blog propio. Será el tema de un próximo artículo…

 

Artículo realizado por Javier Espina Hellín CEO en QLC SLP, doctor en Ingeniería de Sistemas de Información, MBA y ADE nº colegiado 11.534 y Licenciado en Gestión Comercial y Marketing

La industria del automóvil en metamorfosis industrial: el automovil disruptivo y el modelo 4.0

Pensemos que lo que considerábamos como una industria madura ha pasado a ser punta de lanza en innovación tecnológica (que denominan ya como automoción 4.0) y afecta a toda la cadena de valor y es una transformación de ciclo completo, desde el diseño hasta las operaciones pasando por el propio concepto de movilidad (en propiedad o alquiler).


Se estima que el 86% de los accesorios y complementos del automóvil del futuro cambiarán muy rápido y se podría acortar hasta en 3 veces el tiempo de lanzamiento de un modelo al mercado.


Dejaran de utilizar combustibles fósiles adoptando tecnologías híbridas, donde la electricidad será compañera tándem de pila de combustible de hidrógeno y las células de las baterías serán de grafeno.

Se calcula en 180.000 millones de euros las inversiones necesarias para el desarrollo del automóvil eléctrico. Las economías de escala cobraran aún más importancia y obligará a una nueva ronda de concentración en el sector.


Quizá la pregunta sea: ¿cuándo los motores de combustión fósil darán paso a motores eléctrico?, o incluso mejor, ¿cuándo tendremos vehículos eléctricos baratos?


Las últimas estimaciones “out the record” en la industria nos dicen que aún necesitaremos unos 15 años para que la oferta global de vehículo eléctrico iguale a la de vehículos de combustión fósil. De momento, la tecnología eléctrica es demasiado cara para ser competitiva en precio respecto a vehículos de gasolina.


De hecho, sólo hace falta hacer muy pocos números para demostrarlo empíricamente. Un Nissan LEAF o un BMW i3 son mucho más caros que sus equivalentes en gasolina. Ahora, necesitamos en torno a los 30.000€ para hacernos con un casi-utilitario eléctrico con 300 km de autonomía.


Y, para colmo, se romperá el paradigma de hombre y máquina porque la conducción será autónoma…


Pero, ¿sabemos qué opinan de todo esto los clientes finales o usuarios y los “dealers”. ¿Es compatible la opción “verde” con lo que quieren los clientes?


Ahora, recuerdo un golpe de efecto cómico en una escena de una reciente comedia estadounidense, en la que un abogado durante la asistencia legal a su cliente (detenido por exceso de velocidad en una comisaría de un lugar en medio de ninguna parte) y mientras rutinariamente va completando el procedimiento, al llegar a la pregunta del modelo de coche que conducía cuando se produjo la infracción, hay un silencio pronunciado de diálogo después del cual, levanta lentamente la mirada del papel fijando sus ojos en los del detenido con indisimulada desconfianza para romper en una abierta y sonora risa cuando éste le contesta que un Prius…


¿Velocidad e híbrido?, ¿potencia y electricidad?, ¿concepto “verde” e infracción de la norma?, ¿libertad y poder frente a autonomía limitada?


Estas son las “barreras mentales” que conforman la rotura del paradigma del coche en nuestra cultura postindustrial. Todos los atributos que han sido lentamente grabados por millones de metros de celuloide, cientos de horas de publicidad y una lista interminable de “chicos duros con encanto” a lo Steve Mc Queen a las que se enfrenta la industria y unos “dealers” no tan convencidos en algunas zonas de enorme consumo en nuestro planeta.


Por eso el “gag” del Prius funciona…


Basta con haberse dado una vuelta por el último NAIAS en Detroit (North American International Auto Show), escaparate mundial de los llamados “Muscle Cars” y “Booth Babes”, para confirmar que esos atributos siguen siendo utilizados para posicionar a determinadas marcas y modelos en un mercado muy concreto. La presentación de los nuevos modelos 4x4 de Ford, el F150 (la versión 2017 V6 de 3,5 litros, Raptor), el nuevo Bronco (midsize 4x4 para el 2020 que se fabricará en Michigan), el Pick Up Ranger o el nuevo Mustang ante los medios especializados hablan por sí solos y, dejan muy claro que por el momento, y en ese mercado, existe una clara correlación entre caballos de potencia, grandes motores en V, litros de gasolina y elevados niveles de deportividad, deseo y testosterona… es decir, siguen construyendo el mismo mensaje de siempre.


Un mercado tan grande como el estadounidense que parece dar la espalda “reinterpretando” las iniciativas “verdes”, “sostenibles” o como lo queramos denominar aquí en Europa. Llamo especialmente la atención de cómo la propia marca, Ford, entiende las ciudades del fututo. (https://www.at.ford.com/en/homepage/news-and-clipsheet/news/2017/1/COT.html.


Nos venden tecnología, coches más inteligentes, más potentes, Pre-Collision Assist con detección de peatones, Adaptive Cruise Control con Stop-and-Go, módem 4G LTE incorporado, SYNC 3 y B & O PLAY audio, pero ni rastro de menos emisiones, sistemas eléctricos 100% o híbridos…


Todo parece indicar que muchos aún no saben que la industria ya cuenta con marcas y modelos de tecnología eléctrica e híbrida que ofrecen sensaciones comparables a los de motor de combustión puro y en distintos segmentos.


¿Conocen los RC300h y LC500h de Lexus? (https://youtu.be/Kh4qNN8bdNo), (https://youtu.be/XwTzA1hbwrU),(https://youtu.be/h_iktzXK4K0), (https://youtu.be/JSfwxOdHO68) (https://youtu.be/XwTzA1hbwrU) y el ¿i8 de BMW ( https://youtu.be/DyQGrE9jFQ4), (https://youtu.be/s9DYTeD63Io) o el modelo S de Tesla? (https://youtu.be/Qrj0oAt0Kfg)


La tecnología es la gran apuesta. La gran revolución. Tesla nos ha demostrado que el coche eléctrico es viable, quizá por eso en abril de este mismo año tenía un valor de mercado de 47.000 millones de dólares frente a los 45.000 millones de GM.


De hecho, ya están probando las nuevas baterías con celdas de grafeno. Prometen mejores tiempos de carga rápida y más autonomía (el verdadero caballo de batalla).


Es el “Big Bang” según nos decía el protagonista de uno de los spots que he incluido un poco más arriba.


La pregunta está en saber por qué la industria y los “dealers” siguen apostando por los motores de combustión, especialmente en el país de Trump o por qué China se dibuja como el laboratorio ideal para el coche eléctrico… (creo que sólo este punto justificaría una nueva entrada en este blog). 

 

Un Big Bang que también viene en forma de “Big Data” y con multitud de modelos predictivos de fallos o mantenimiento que prometen ser uno de los pilares fundamentales del modelo 4.0.


Con el crecimiento exponencial previsto del IoT, o internet de las cosas, y en la medida que los coches tengan conectividad a Internet, se podrán hacer mantenimientos predictivos relacionados con el uso y los km. hechos como la presión y desgaste de los neumáticos, niveles de aceite, pastillas de freno, estado de los airbags y un largo etcétera relacionado con la seguridad pasiva. (Que dicho sea de paso ya se aplican en el ámbito de la generación de energía en los aerogeneradores)


El informe Connected Mobility Global Forecast 2016, de Ptolemus, avanza que en 2020 habrá más de 400 millones de vehículos conectados en todo el mundo.


Y todo, gracias a multitud de sensores, etiquetas inteligentes RFID, pasivas, activas o mixtas, marcados o etiquetas Datamatrix (similar a los ya masificados códigos QR) que nos ofrecen la recogida, tratamiento de datos integral y masivo que permitirá una nueva revolución en la fabricación, logística o industria de mantenimiento (por la completa trazabilidad de piezas y componentes).


Pero, también nos espera otra revolución no menor y es la que transita desde la compra del producto (el automóvil) a su consideración como un servicio de movilidad y el impacto en nuestra manera de entender la sociedad


Es ya un hecho que los jóvenes compran menos coches (¿cómo consecuencia de una crisis económica, por un cambio en patrones de consumo o de prioridades?) y se inclinan a su utilización como alternativa de movilidad urbana.


Dentro de ese concepto aparece el “car sharing” (que ya vemos en las grandes ciudades europeas) y su papel clave como pivote de las políticas de movilidad.


Se piensa que, en 2050, 1 de cada 3 vehículos será un “car sharing”.


Y de nuevo, ante un panorama tan poliédrico y cambiante es muy difícil dejar de hacerse preguntas como:


¿Será sostenible un modelo de “car sharing”?
¿Cómo será rentable una industria que prevé inversiones tan intensivas en tecnología y dinero?
¿Qué dimensión deberán tener esas economías de escala?
¿Cuántos operadores (fabricas) quedaran en el mercado global?
¿Esto disminuirá la capacidad de elección del consumidor?
¿Quién estará preparado para no querer sentir cientos de CV bajo su pie derecho y dejar “las llaves” a un ordenador central que te lleve a casa?

Quizá demasiado por ahora, pero seguiremos reflexionando...

Artículo realizado por: Javier Espina Hellín CEO QLC SLP y doctor en Ingeniería de Sistemas de Información 







¿Como abordar la transicion digital? Hacia la Transformacion Digital con confianza, privacidad y seguridad

A la hora de abordar la “transformación digital”, teniendo en cuenta mi propia experiencia como soporte en la transición digital para empresas, creo que es importante hacerlo desde una doble perspectiva:


1.     Concienciar, a quienes me preguntan, sobre lo que significa la Transformación Digital


2.     Transmitir confianza con transparencia y con medidas de seguridad suficientes que garanticen tanto nuestra privacidad, por ejemplo Cloud, como la capacidad de recuperar el control si fuese necesario, por ejemplo con la inteligencia artificial (AI), pero que , a grandes rasgos, es sólo un paso más en los habituales controles de los que ya disponen todas las compañías en otros “ámbitos seguros” como puede ser el pago con tarjetas de crédito, las operaciones de Comercio Internacional, Confirming (pólizas de crédito para pago de proveedores), etc. Esto no significa ser “optimista” ni reactivo en temas de seguridad. (Lo explicaré más adelante)


El primer punto, es esencial. Casi me atrevería a decir que si no se entiende el verdadero significado de la transformación digital de nada sirve lo demás.


La “Transformación Digital” es mucho más que una “transformación”. Es una revolución tan profunda y disruptiva como lo fueron todas las 3 anteriores (1.vapor-carbón, ferrocarril/ 2.petróleo, electricidad, química, automóvil/3. Nuclear, tecnología, móvil, internet/ 4. Energías alternativas, redes sociales, transformación digital, dato (BIG DATA), ???).


Lo que a muchas personas les despista es el adjetivo que se utiliza en su nomenclatura. “Digital”.


Esta revolución trasciende lo digital y la tecnología que se asocia a ella. Lo verdaderamente nuclear es que es un cambio en la forma de pensar, en el modelo de negocio de las empresas y hasta en nosotros mismos como actores del cambio como consecuencia de esa nueva tecnología.


Desde un punto de vista empresarial, representa un cambio en el modelo de negocio y en la forma en la que la compañía interactúa con su entorno. Lo que los anglosajones llaman “stakeholders” y que podríamos definir como “parte interesada” y que bajo su paraguas encontramos a todas aquellas personas u organizaciones afectadas por nuestras actividades y decisiones como empresa (proveedores, clientes, competidores, etc.).


¿Qué sucedió cuando nació Spotify?


Supuso un cambio en la manera de relacionarse con la música. Gracias a la tecnología.


Pero significó mucho más que eso. Representó un cambio radical en el modelo de negocio. El cliente no compraba música sino que consumía servicios. La transición consistió en pasar de comprar música a consumir música mediante el acceso a la “librería” de canciones más grande del planeta… Por cierto, ese modelo ha sido adoptado por otras muchas empresas y sectores. Movistar (con sus productos Fusión, Fusión +), Uber, Facebook, Airbnb, Amazon o Netflix que ha pasado a ser el mayor proveedor de contenidos de video del mundo. (Por cierto, gracias, además de a la tecnología mencionada, al marketing. Un único precio fijo mensual que evita el “dolor” que antes producía el pago por cada película).


Resistirse al cambio o querer mirar hacia otra parte, no sirve de nada porque acabará afectándote sin importar tu tamaño. Gigantes como Kodak o Blockbuster (por aprovechar el ejemplo anterior del pago por cada película alquilada) nos lo recuerdan día a día.


El sector de “despachos profesionales” que agrupan profesionales en economía, derecho, ingeniería, etc. o el sector de asesorías/ gestorías no son una excepción. El cambio en el modelo de negocio es igualmente profundo. ¿Alguien puede seguir pensando que el valor entregado por una "gestoría tradicional" como ayuda al cliente en el cumplimiento de sus obligaciones administrativas es suficiente?, ¿representa una amenaza la nueva pasarela de la Agencia Estatal de Administración Tributaria (AEAT)?


El canal digital, online, es estratégico para la AEAT. Ha sido pionera en el uso de la administración electrónica (que hace posible que cada uno de nosotros como ciudadanos/contribuyentes podamos realizar de forma integral la tramitación de cualquiera de los procedimientos gestionados por la AEAT) y evita desplazamientos, facilita la presentación del servicio y permite dedicar el personal de la AEAT a otras cuestiones que agreguen mayor valor a la sociedad (confío que entre ellos esté, como prioridad por razones evidentes a tenor de las noticias que a diario nos escandalizan, en  la lucha contra el fraude).


Me consta que la AEAT es una organización que apuesta por las TICs desde hace muchos años.  En estos momentos, tienen muy avanzados proyectos de BigData, de Business Intelligence y de captura de información en fuentes abiertas (Internet).


Por tanto, la “transformación Digital” es un reordenamiento de nuestros procesos y de las relaciones que mantenemos como empresa con nuestros “Stakeholders”. La tecnología sólo nos despeja de la ecuación de supervivencia empresarial, “el cómo”.


Siguiendo el caso de la AEAT, desde finales del 2013 están llevando a cabo un cambio de arquitectura tecnológica que consiste en trasladar los servicios ejecutados en Mainframe, hacia arquitecturas abiertas de menor coste y que permitan atender las nuevas necesidades de almacenamiento (con crecimientos en torno a un 45% anual), sin pérdidas en sus niveles de funcionalidad y disponibilidad.


La nueva arquitectura se basa en el uso de ordenadores basados en múltiples procesadores x86 o clusteres (hacia donde convergen, por su escalabilidad, todos los grandes fabricantes como HP, Dell, Cisco, Fujitsu, Lenovo, Huawei, etc.) y que hace posible que los costes dedicados al Mainframe y productos relacionados se reduzcan en 2017 en no menos de 15 millones de euros con respecto al coste soportado en 2013.


Por tanto, la pregunta ya no es si nos afectará o no. La pregunta es cuándo queremos hacerle frente, con qué tecnología y con qué “otros” jugadores vamos a seguir contando.


Es ahora, cuando podemos abordar el segundo punto que avanzaba al comienzo. La confianza, seguridad y privacidad Cloud.


Decía que sólo representa un paso más allá. Más profundo y de mayor alcance, si cabe, por la accesibilidad, sofisticación y persistencia de las amenazas en materia de seguridad, pero íntimamente relacionado con ese cambio de paradigma que, por su grado de afectación en lo tecnológico, eleva los antiguos estándares respecto a la velocidad de innovación, el grado de amenaza (ya no es sólo local porque podemos sufrir un ataque desde una dirección IP en China) y la obsolescencia de la "protección comprada".


Ahora el proveedor de soluciones Cloud, en la nube, se convierte en "socio" porque nuestra seguridad dependerá de los controles que éste incorpore en sus soluciones.


La seguridad tiene que estar incorporada por defecto (mapeos de usuarios, entornos de cero confianza, sin permisos, una administración centralizada y reportes continuos, etc.), por lo que el reto, es elegir bien a tu proveedor.


¿Qué sentido tiene discutir sobre la sofisticación y persistencia de las amenazas, el riesgo asociado con el IoT (el Internet de las cosas), los dispositivos móviles, la necesidad de la prevención o el valor de la seguridad?


Déjenme ponerles un ejemplo muy reciente. De menos de un mes.


¿Han escuchado el agujero de seguridad de nuestros móviles tanto en plataformas Android como iOS del pasado día 11 de abril?


El sistema operativo móvil, iOS 10.3.1, tiene un fallo de seguridad grave en el módulo del Wi-Fi  que también afecta a de Android. Ha sido detectado por Gal Beniamini, un experto en seguridad del grupo Project Zero de Google, en un chip inalámbrico (fabricado por Broadcom) y que ha obligado a los desarrolladores de Apple a lanzar un parche de seguridad.  


1.     ¿Qué consecuencias tiene ese fallo para los usuarios?


Muy profundas ya que puede ejecutar un código de forma remota, muy fácilmente, que permitiría a un atacante conectado a la misma red Wi-Fi el acceso completo al dispositivo “víctima” (smartphones, iphones y iPads) sin que el usuario tenga la más mínima constancia de ello. Esto se debe a que, por defecto, se dan permisos de lectura, escritura y ejecución a toda la memoria a la que pueden acceder estos chips.


2.     ¿Qué grado de influencia/capacidad de acción tenemos cada uno de nosotros sobre ese agujero en la seguridad de nuestros sistemas operativos móviles?


Ninguno. Son las empresas involucradas las únicas con capacidad para ello. De hecho, su relación en la solución es la de “socios”.


Broadcom ha trabajado con Google para dar una solución estable a este problema y evitar amenazas futuras. Las últimas versiones del firmware para los chips Wi-Fi ARM Cortex R4 ya incorporan medidas de seguridad que impiden esa ejecución remota de código. La vulnerabilidad ha sido registrada el pasado 4 de abril como CVE-2017-6975 y el parche es de 27 MB. El tiempo de respuesta de Apple ha sido excelente y continua trabajando en el próximo parche que llegará a sus dispositivos en el iOS 10.3.2. (https://www.redeszone.net/2017/04/04/ios-vulnerabilidad-wi-fi-iphone-ipad/#sthash.1X07rCR7.dpuf.)


La única respuesta posible para ganar confianza es darle “alguna” ventaja a la seguridad y evitar que nuestra primera reacción ante este tipo de “incidentes” sea la de un sentimiento de fragilidad, de desconfianza y hasta de impotencia.


Y lo primero que debemos saber es que simplicidad es sinónimo de seguridad (como lo es el riesgo al beneficio en el ámbito financiero).


Así podremos explicar que no por incrementar el nº de controles tendremos más seguridad, al contrario. Somos más vulnerables. En su lugar, los controles tienen que ser parte del desarrollo de los productos o servicios que nos ofrecen como empresas.


La activación de la seguridad tiene que venir configurada por defecto, ser parte del ADN del desarrollo y esa simplicidad disminuirá los costes de auditoría, de conformidad y creará confianza.


Eso sí, una nueva confianza. Una confianza vigilante que será posible gracias a los mapeos de usuarios, controles en aplicaciones, desarrollos a medida para la empresa y entornos de “cero” confianza sin “permisos”.


Antes, hacía referencia al nuevo papel de “socio” que deben adquirir y protagonizar tanto fabricantes como proveedores de servicios tecnológicos. En el caso de servicios en la nube es “socio” porque:


·       te acompañará a migrar a sus propios “ecosistemas virtuales” de servicios en la nube tus datos.


·       te ayuda a no tener que invertir en una costosa infraestructura física de proceso de datos, almacenamiento, mantenimiento (con costes asociados del personal que lo administra) y de recambio o sustitución de los equipos obsoletos.


·       vigila por ti la seguridad e integridad de tus datos alojados y hace frente a los elevados costes que le suponen tanto la ciberseguridad y defensa como el conjunto de contramedidas que necesitará frente a un ataque, y de las que tú pagarás sólo la parte que te asigne en su “reparto” (entre todos sus clientes) y que te integra en concepto de servicio.


Bajo este modelo, las responsabilidades de seguridad de cada uno se reparten: la empresa cliente sólo es responsable de la seguridad en su nivel de operaciones (aplicaciones) y el “socio Cloud”, o proveedor de servicios en la nube, es responsable de todo cuanto sucede “allí arriba”, es decir, es el encargado de cuidar la infraestructura y su seguridad física y lógica.


Es un modelo que ofrece a empresas de todos los tamaños el acceso a infraestructuras tecnológicas bajo demanda, que son seguras por diseño y que están “certificadas” bajo estándares mundiales muy estrictos (ISO 27001, ISO 27017, SOC 1, 2 y 3 y PCI DSS Nivel 1).


Hacer frente a esos costes de manera individual, como empresa, sólo está al alcance de grandes corporaciones e, incluso, algunos de ellos han renunciado no sólo por los costes evidentes sino por el ritmo trepidante en la incorporación y adaptación de innovaciones tecnológicas.


Empresas muy grandes de sectores tan diversos como los servicios financieros, aseguradoras o portales de venta han optado por estos modelos de seguridad.


Pero el concepto de seguridad también tiene que estar unida al análisis de la información. El análisis del dato, la transformación del dato en información con valor, es una mina de oro aún no explotada por muchas compañías tanto en conocimiento del cliente, en 360º, como en la maximización de procesos. Por ejemplo, existen desarrollos muy interesantes en el campo del “metering” y la energía como fórmula de ahorro de costes en infraestructuras complejas y detección del fraude (con eficacia del 99%), la monitorización de pérdidas o el desarrollo de sistemas de mantenimiento predictivo (que consiguen ahorros de hasta el 47% en aerogeneradores).


La tecnología y las nuevas capacidades que nos ofrece el tratamiento “inteligente” de los datos nos ayudan en la toma de decisiones y a tener un control mayor que se traduce en ahorros directos de explotación, y, lo más valioso e increíble es que se produce en tiempo real, en la mayoría de los casos.


Y aquí, podemos tener la tentación de pensar que sólo estamos hablamos del Big Data para el análisis inteligente de esos datos.


Bien, pero sólo en parte.


En el caso de la AEAT, de las eléctricas y de las empresas de metering, por supuesto, por el ingente volumen de datos, sea en número de contribuyentes, 19,3 millones, sea por el número de mediciones (2 (años) x 365(días)x24(horas)x nº cups1)), pero no tenemos en cuenta lo que puede suponer, el poder del dato, sin llegar al Big Data, con la implantación de un ERP en una PYME.


Este puede ser un primer paso para identificar un nuevo servicio de valor que podemos transmitir a nuestros “Stakeholders”.


La tecnología es una potente palanca de cambio y las TICs no representan un coste sino un elemento catalizador que nos ayudará a reorganizar nuestros procesos y las relaciones que mantenemos como empresa con nuestros “Stakeholders”, y, por tanto, a mejorar los resultados de nuestra organización.

 

En definitiva, de cómo abordemos esta transición digital dependerán las consecuencias que traen consigo la transformación digital, la implantación de la tecnología que lleva asociada y nuestra reacción como sociedad ante todo esto.


Todo dependerá de cómo elijamos desarrollarla. Si las empresas se centran, solamente, en aumentar la eficiencia y la optimización de los procesos internos, perderemos las oportunidades de aumentar el valor que entregamos a nuestros clientes, de crear nuevos puestos de trabajo o nuevas maneras de trabajar (el teletrabajo por ejemplo), mejorando la vida de las personas y la conciliación de trabajo y vida personal.


El foco de las empresas tiene que estar en cómo pueden dar solución a esas nuevas necesidades identificadas o por identificar y no satisfechas de clientes, proveedores o stakeholders en su conjunto, y en la entrega de ese nuevo valor tangible con el que poder crear nuevos servicios y mercados “valiosos”, que podrían dar lugar a nuevas oportunidades de empleo y crecimiento ( que dicho sea de paso, constituiría una manera de hacer frente a uno de los miedos más generalizados y de mayor peso que percibe la sociedad ante la disrupción que provoca la transformación digital).


Entonces, ¿cómo hacemos frente a esta transición digital y a las “fricciones” que puede generar?

La única manera posible es construyendo confianza con transparencia, con medidas de seguridad suficientes que nos permitan velar tanto por nuestra propia privacidad como por la capacidad última para recuperar el control, por ejemplo en AI (Inteligencia Artificial), si fuese necesario.


La respuesta está en nosotros. La tecnología que se está desarrollando, ahora mismo, tiene que estar concebida desde nuestros valores como humanos, con empatía y de manera inclusiva, situando al individuo en el centro de todo.


Satya Nadella, CEO de Microsoft, en una de sus últimas intervenciones se preguntaba: "¿Cómo creamos AI para aumentar las capacidades humanas y mejorar la experiencia humana?, ¿qué acciones debemos hacer para que el bienestar humano sea el centro de atención?


Pero, esto será objeto de un nuevo Blog….


 

1 CUPS= Código Universal del Punto de Suministro. Es un código único que identifica el punto de suministro de energía. Se estima que hay 27.000.000 en España

 

Artículo realizado por Javier Espina Hellín CEO QLC SLP y doctor en Ingeniería de Sistemas de Información


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