Formación y ética: las únicas armas contra la corrupción

Gandhi en uno de sus más importantes pensamientos decía: “vive como si fueras a morir mañana…aprende como si fueras a vivir siempre”, nos sigue conmoviendo, porque justamente si existe una herramienta contra el atraso y miseria de los pueblos es la educación. Pero advertimos hoy, que también es una herramienta fundamental para que sociedades modernas, abiertas y democráticas puedan sostenerse sobre una base de principios y valores que las hacen estar en vanguardia.

 

Lamentablemente estamos viviendo demasiados casos de corrupción no sólo en el tercer mundo, sino en países avanzados. ¿Pueden la formación y las instituciones académicas ser un paliativo para combatir de raíz a la corrupción?

 

No creamos ingenuamente que si mejoramos nuestros sistemas educativos, por ejemplo, en la enseñanza de la ética en los negocios y a someterse a la legalidad en todos los ámbitos de las actuaciones profesionales, puedan las sociedades más desarrolladas erradicar la corrupción de manera definitiva. Desde la China antigua existe corrupción y siempre habrá hombres y mujeres sin escrúpulos que la utilicen como instrumento para llegar al poder y mantenerse en el gobierno. La cuestión no es cuando se quita la hierba mala con la guadaña, sino enseñar a cultivar la hierba buena (principios y valores) que se inculcan desde los primeros años de colegio y progresivamente hasta el aprendizaje de los códigos éticos que tanto universidades como escuelas de negocio deben incorporar como componente curricular esencial de sus programas.

 

Repasemos la doctrina imperante en la materia de corrupción, como Sayed y Bruce (1998), que la definen como “el mal uso o el abuso del poder público para beneficio personal y privado”, haciendo la aclaración que este fenómeno no se limita a los funcionarios públicos.

 

Otra de las definiciones que presentamos aqui es  “el conjunto de actitudes y actividades mediante las cuales una persona transgrede compromisos adquiridos consigo mismo, utilizando los privilegios otorgados con el objetivo de obtener un beneficio ajeno al bien común”. Y nos parece interesante porque se detiene expresamente en la transgresión de compromisos que una persona se ha prometido a sí misma, lo que es ir en contra de sus propios valores y principios. Porque cuando un hombre o una mujer cruza esta línea roja en su propio beneficio, sólo pueden detenerlos esos principios y valores a los que aludimos. Y aquí el papel de la educación es esencial.

 

Cuando se dan otras definiciones en las que se refiere a que los gobernantes o los funcionarios elegidos o nombrados se dedican a aprovechar los recursos del estado para de una u otra forma enriquecerse o beneficiar a parientes o amigos, es evidente que cualquiera de ellos que incurra en una acción corrupta es que ha cruzado aquella línea roja de sus normas de conducta.

 

En términos generales, la corrupción política es el mal uso público (gubernamental) del poder para conseguir una ventaja ilegítima, generalmente secreta y privada. El término opuesto a corrupción política es transparencia. ¿Le suena el término?

 

Parece que por más que se empeñen los gobiernos en gritar a los cuatro vientos que se está llevando a cabo transparencia, lo que finalmente resulta es que en el ADN de los cargos de responsabilidad en el poder hay personas cuya línea de conducta es inquebrantable y que no están dispuestos a cruzar el límite rojo que todo ser humano debería fijarse. Pero la cuestión entonces es que la problemática de la corrupción no subyace en la persona, sino en el propio sistema – el de gobierno y las instituciones en las que se ha enquistado- lo que hace extremadamente difícil – excepto a los que jamás irían en contra de sus valores- de mantenerse inmunes a este flagelo que contagia y hace corruptos.

 

Por esta razón se puede hablar del nivel de corrupción o de transparencia de un estado o nación. También hay que tener en cuenta que todas las formas de gobierno son susceptibles de padecer la corrupción política. Las maneras en que se manifiesta varían, pero las más comunes son el uso ilegítimo de información privilegiada, el tráfico de influencias, sobornos, extorsiones, fraudes, malversación, prevaricación, caciquismo, nepotismo y por supuesto, la impunidad.

 

El concepto de corrupción difiere dependiendo del país o la jurisdicción. Pero lo que no puede diferir entre estados es el convencimiento que desde la formación pueda hacerse mucho en pos de las generaciones futuras para que puedan disfrutar de sociedades más libres de corrupción, por ende, más justas con el ciudadano porque habrá una preocupación por cuestiones tan generales y básicas en la política como es la lucha contra la desigualdad y la exclusión social.

 

En países con fuertes intereses de grupos políticos las prácticas de corrupción se dan con más facilidad. Los países desarrollados también presentan corrupción, pero ésta tiende a frenarse cuando se dan aumentos extraordinarios en la cantidad y la calidad de los medios de producción y también si se diera una economía internacional basada en un sistema estable de intercambio de valores, bienes y servicios.

 

La corrupción política es una realidad mundial, su nivel de tolerancia o de combate evidencia la madurez política de cada país. Por esta misma razón existen entidades nacionales e internacionales, públicas y privadas, con la misión de supervisar el nivel de corrupción administrativa internacional, como es el caso de la ONU (Naciones Unidas) o la OEA (Organización de Estados Americanos) y Transparencia Internacional. Pero hay algo que delata la otra cara de la madurez de un país: el nivel de tolerancia que la sociedad tiene, lo que nos indica también el grado de permisividad que demuestran incluso las autoridades que supuestamente deben vigilar las conductas de los políticos y las diferentes instituciones del estado.

 

Además, la corrupción no es sólo responsabilidad del sector oficial, del estado o del gobierno de turno, sino que incluye muy especialmente al sector privado, en cuyo caso se puede hablar de corrupción empresarial o de tráfico de influencias entre el sector privado y el público.

 

Una situación de corrupción política sin restricciones se conoce como cleptocracia, término que significa literalmente gobierno de ladrones.

 

Educación frente a corrupción

 

El filósofo Javier Gomá señalaba en una tertulia radiofónica que hay dos ejercicios del poder: el de origen, o cuando en unas elecciones se ha votado al partido que nos gobierna, lo que denomina legitimidad de origen, y el que se denomina legitimidad de ejercicio, o sea la manera o formas en que el gobierno de turno está ejerciendo el poder.

 

Tanto en Europa, o quizás sería más ajustado decir en algunos paises de Europa, como en Latinoamérica tienen que erradicarse los niveles actuales de corrupción que, lamentablemente, han llevado a algunos países (en la mente de todos) a una situación muy comprometida en sus finanzas. 

 

La educación en principios, valores y normas éticas, sin burlarse de los conceptos morales básicos que deben imperar en una sociedad, es tarea presente y en los próximos años, para que desde universidades y escuelas de negocio se cultive el espíritu libre emprendedor al mismo tiempo que las buenas conductas profesionales.

 

Velar por cómo deben ser los principios y valores que una persona tenga en su mapa mental es tarea ineludible de la buena educación, desde la cuna hasta la universidad o las escuelas de negocio. Cuando cualquier persona sea tentada por un corrupto, es evidente que de manera automática comparará esa acción a la cual es invitado con los valores que subyacen en su consciencia. Si la diferencia es importante, habrá rechazo y no será tentado.

 

Pero en lo que debemos trabajar desde la educación, es que por más nimia que pudiera parecer la diferencia entre lo que marca su consciencia y la oferta que recibe, también debe ser rechazada. Este es el auténtico desafío que tenemos frente a nosotros y que debemos cuidar para futuras generaciones. Y esto puede enseñarse. 

La construcción de los valores personales en lo más profundo de la mente y el alma humana es una tarea silenciosa, no reconocida como debiera y que debe prender como la buena raíz en nuestras consciencias.

 

Artículo coordinado por José Luis Zunni director de ecofin.es en colaboración con  Javier Espina Hellín CEO en QLC SLP/ miembro de ECOFIN Business Schools Group y Ximo Salas, miembro del ECOFIN Management & Leadership de ECOFIN